En algún momento escuchamos hablar en distintos libros o películas del hierro caído del cielo y de espadas que podían cortar a otras por la mitad sin perder su filo siquiera en la novela El Silmarillion de J.R.R Tolkien se menciona una espada negra llamada Anglachel la cual era de hoja oscura, pesada y desafilada.¿Pero cuanto hay de verdad en estas historias de espadas invencibles?
En sus
orígenes el hierro, era de un alto costo. Su extracción, se obtenía de dos
formas: podía lograrse en pequeñas cantidades por sobrante de la
fundición del cobre, que en consiste en un pequeño residuo y la
segunda, se trataba del hierro de origen meteórico. Éste último,
era muy escaso y no requería de un proceso previo a la forja.
Se
trabajó con “hierro del cielo” o “metal celeste” en
diferentes regiones del mundo, tal y como lo indica Mircea Eliade. En
cuanto al tema, existen pruebas de que se conocía el hierro
meteórico y de que fue trabajado por: los cretenses, los hititas,
los chinos, los egipcios, los esquimales de Groenlandia e incluso
habitantes de América. El hierro meteórico era la única fuente de
este material en el nuevo mundo. Los aztecas, los mayas y los incas
lo trabajaron en ínfimas cantidades otorgándole un valor superior,
incluso por encima del oro
Dicho
material, se dio en pequeñas cantidades que se usaron con fines
decorativos o en pocas armas ya que, debido a las circunstancias, se
consideró un metal precioso. En cuanto al mineral de hierro, se
requirió de muchos siglos de desarrollo tecnológico en materia de
metalurgia para lograr la temperatura adecuada y separar el hierro de
la roca por medio del calor y los golpes del mazo.
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